En diferentes artículos periodísticos se está poniendo el foco, mediante entrevistas a docentes y profesionales, en el crecimiento de la demanda de atención en salud mental en las instituciones educativas de todos los niveles.
Estas investigaciones, aún incipientes, son la muestra de un fenómeno geográficamente amplio: la agudización de problemáticas vinculares, familiares, y subjetivas. En los casos más graves, llevan a un crecimiento de casos de suicidio y autolesiones en adolescentes, entre otras expresiones de sufrimiento. Son tragedias que se anuncian previamente (a veces de forma más ruidosa, otras no tanto) pero que, sin embargo, muestran la necesidad de intervenciones tempranas en prevención y promoción en salud.
Es importante conocer con qué servicios de atención en salud y equipos de asistencia a problemáticas complejas contamos en nuestra región, ya que son problemáticas que demandan la construcción de redes de apoyo para escuchar y atender los sufrimientos singulares. En algunos países, dichos equipos o profesionales pueden encontrarse en el mismo sistema educativo, en otros conviene explorar los centros de atención primaria y hospitales de la zona.
Desafortunadamente, el crecimiento de los casos hace que los profesionales de dichos servicios se encuentren en desventaja numérica en relación a la demanda, generando que los conflictos sólo puedan abordarse superficialmente.
No estamos sólo frente a una cuestión de falta de personal sanitario. La pauperización social y el crecimiento de las demandas laborales mellan los vínculos entre padres e hijos, restando tiempo para la contención, la escucha y el cuidado. Esa energía hoy se vuelca a jornadas laborales extensas, para cubrir necesidades básicas como la alimentación o la vivienda.
Otro elemento central son los efectos de la pandemia, el aislamiento y el uso cada vez mayor de pantallas. Las redes sociales y los videojuegos, tan útiles en su momento para la comunicación y el entretenimiento durante la pandemia, hoy son causa de retraimiento social, ansiedad y depresión. Los propios desarrolladores de estas plataformas buscan que las modalidades de interacción produzcan dependencia.
Resulta importante atender a los avances científicos que alertan sobre estos fenómenos. También a la voz de los niños y adolescentes, que admiten sin sarcasmo y cada vez con más padecimiento, no poder dejar de usarlas. Esta problemática tiene, en su otra cara, el lucro de corporaciones transnacionales.
Por esto, como equipo de profesionales de salud, proponemos abrir la discusión acerca de cómo recuperar los lazos sociales en disgregación. Cómo podemos generar una restitución del valor de la reunión, la palabra y la escucha libre, la mirada y el disfrute por el juego con otros. Comenzar experiencias que aborden este padecimiento desde un lugar creativo debe ser el puntapié inicial para que la educación y la salud se levanten como motores del lazo social y su transformación.
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